Desde niña me enseñaron a no hacer el mal a nadie, pero eso no coincidía con las cosas malas que yo sentía que me hacían a mi; cosas tan graves que me daban deseos de morir, me hacían llorar tanto y quería desaparecer del planeta; un ejemplo: cuando en la escuela movían mi mochila de lugar y me la escondían. Que cosa tan grave, usted! Uff
Y así transcurrió el tiempo entre “maladades” de niños, que no eran más que travesuras, de las cuales yo misma fui partícipe en ciertas ocasiones.
Pero conforme fui creciendo comencé a entender verdades y enseñanzas para la vida que los Proverbios de la Santa Biblia nos enseñan.
Uno de esos lugares donde se impartía la enseñanza bíblica era la escuela dominical para niños y adolescentes, donde recuerdo con mucho amor a la Maestra Niurka, que nos enseñaba que, no solamente no debíamos hacer el mal, sino que no era correcto hacerle al otro lo que no queríamos que nos hiciera a nosotros.
Esto si fue una gran enseñanza porque desde ahí se cimentó el valor de amar a mi prójimo como a mi misma, como dijo Jesús en Mateo 22:39.
Amar y no hacer el bien o amar y no tener contacto social (como mantenerte de lejitos) carece de significado porque amar ciertamente se traduce en hacer buenas acciones a los demás, lo que incluye cuidar, respetar, escuchar, conservar, y otras buenas acciones. Por lo cual, hacer el bien es un mandato divino, un ingrediente vital para las buenas relaciones y el combustible para encender la luz de Jesús en nuestras vidas y así alumbrar a todo el que está en oscuridad.
Estemos siempre prestos para accionar de manera correcta y sin daños ante cualquier adversidad que se presente y ante cualquier atropello recibido por alguna persona.
Dios en su infinita misericordia y amor nos da la paciencia que necesitamos para no contagiarnos de la maldad de este mundo y por su puesto, aplicar la solodaridad todos los días.
Cada día, cada momento y cada segundo, tú puedes hacer algo bueno a alguien pero la distracción imperante en esta sociedad nos inhibe y nos aleja de ese pensamiento dingo de admirar. Un pensamiento de genuina ternura para con los demás, porque somos seres creados por Dios, con la capacidad misericordiosa de poseer su Espíritu Santo y con un alto nivel de consciencia que siempre es saboteado por alguien, por el príncipe del aire y su séquito de la oscuridad.
Querido lector, procura mantener tu luz encendida y no la dejes debajo de la cama. Si sientes que se te va la vida ennocupacuines estériles y no encuentres la manera de brillar con la bondad, dirígete a la fuente de vida y de luz: a Jesucristo, nuestro Señor.
Suena a cliché pero es una realidad qué están tratando de ocular todos los días y a la cual debes de acceder con todas tus fuerzas y con todo tu corazón antes que sea tarde.
Jesus está a la puerta pero aún te sigue esperando.
No tardes…









