El béisbol como juego ha cambiado, para bien o para mal, para algunos.
El colega periodista Bradford Doolittle escribió en su más reciente artículo en ESPN.com que “Las eras del béisbol van y vienen más rápido de lo que piensas. El juego que recuerdas de niño se juega de manera diferente al que ahora disfrutas como adulto. No es irreconocible pero ha cambiado. Eso es cierto ahora, y probablemente siempre lo haya sido”.
Y estoy totalmente de acuerdo con él.
Las reglas del juego han cambiado, los formatos de postemporada han cambiado, hasta las formas como los mánagers arman las alineaciones han cambiado. Hoy en día podemos ver un cuarto bate y jonronero natural como Aaron Judge (Yankees de Nueva York) colocado de primer bate, o a un relevista intermedio abriendo partidos. Todo ha cambiado, hasta las celebraciones de los jonrones -ahora se usa el ‘perreo’-.
Pero lo que más me ha llamado la atención de esos cambios es la forma para elegir a los candidatos al Salón de la Fama por los escritores de la Asociación de Escritores de Béisbol de América, la venerada BBWAA (por sus siglas en inglés), del cual soy un orgulloso miembro con derecho a voto.
Antes los votantes elegían a los jugadores por sus estadísticas puras y simples; ahora se eligen por avanzados métodos estadísticos como la famosa sabermetría (WAR, DRS, etc, etc…).
Un ejemplo de lo que hablo es el caso de Scott Rolen, único elegido en la clase de 2022.
Sus estadísticas defensivas en tercera base fueron su principal carta de presentación, aunque también fue un excelente bateador.
Pero por qué Rolen permaneció en la boleta para Cooperstown y fue elegido al recinto de los inmortales del béisbol, y el también antesalista Aramis Ramírez no?
Ese debate llegó hasta el programa en plataformas digitales “Baseball Ahora (@baseballahora en YouTube), del colega Raudi Ramos, al cual fue invitado a debatir este tópico y reacción fue inmediata. Expuse que Rolen fue superior al dominicano en el aspecto defensivo -y por millas- aunque sus estadísticas ofensivas fueron similares, pero la famosa sabermetría, que se aplica también en el aspecto defensivo, ha cambiado el juego y eso perjudicó desde un principio a Ramírez, y por eso Rolen, un 8 veces “Todos Estrellas” tendrá su placa en Cooperstown y el quisqueyano ni siquiera duró más de un año en la boleta.
Mientras Rolen terminó con un DRS (Carreras Defensivas Salvadas) de 114, Ramírez tuvo uno de -72, mejor dicho, la defensa en tercer cojín le costó 72 carreras a sus respectivos equipos. Además, Rolen ganó 8 Guantes de Oro en la esquina caliente y Ramírez ninguno.
A la ofensiva, en tiempos atrás, tal vez Ramírez y Rolen tendrían el mismo chance de ser elegidos al Hall of Fame.
Ramírez culminó su carrera con .283 de promedio de bateo con 386 jonrones, 1,238 carreras impulsadas y 1,098 anotadas en 8,136 turnos oficiales con porcentaje de embasarse (OBP) de .341 y slugging (SLG) de .492, buenos para un OPS de .833. Disparó 386 cuadrangulares y remolcó 1,238 carreras, anotando a su vez en 1,098 ocasiones. Finalizó con un OPS+ de 115, un 15 por ciento superior al promedio en MLB.
Rolen, por su parte, bateó para promedio de .281 con 316 cuadrangulares, 1,287 carreras producidas y 1,287 anotadas, con OBP de .364 y SLG de .490, lo que se traduce en un OPS de .855. Su OPS+ fue de 122.
Lo notan, estadísticas similares, casi, pero si aplicamos el WAR ( Victorias por encima del nivel de Reemplazo) Rolen culminó con un WAR de 70.1 y Ramírez con uno de 32.4, muy por debajo al de su colega norteamericano. Recuerden, el bendito WAR mide la contribución total de un jugador -bateo, fildeo, corrido de bases, pitcheo- a su equipo.
Y esta ha sido y será la diferencia para Rolen, Ramírez y otros peloteros. Ya no solo será estadísticas tradicionales puras, ahora estos nuevos aires en Grandes Ligas exigen más a los jugadores, que como todo en la vida, tendrán que acostumbrarse a los cambios.
Recuerden, los tiempos cambian, y el béisbol también.