“Es la primera vez que cuatro jocketas se encuentran frente a frente en la pista del hipódromo Perla Antillana, y quizás en todos los hipódromo de Latinoamérica”, Listín Diario, diciembre 7, 1985.
Crónica dedicada a la antigua jocketa Felicia Leclerc.
New York, New York, abril 8, – El hipódromo de Santo Domingo, luego hipódromo La Primavera, fue inaugurado el 27 de febrero del 1919, en la capital dominicana. El lugar fue convertido en complejo deportivo.
En el mismo, inició sus actividades el conjunto Capitaleños de los Escogidos, actuales Leones del Escogido y los Amarillos del Licey que luego se convirtieron en Tigres, y en Azules del Licey.
Los grandes torneos locales del 1922 y 1924 entre Licey y Escogido; los torneos nacionales del 1923 y 1929 y las primeras veladas de boxeo, también se originaron en La Primavera.
Con la destrucción del Gimnasio Escolar y los daños severos causados a La Primavera por el paso del ciclón San Zenón, en septiembre del 1930, el deporte en el país cayó en un limbo total.
Resurgió sin embargo, con el nacimiento del Complejo Municipal, que el domingo cinco de febrero del 1933, se inauguró con partido entre Leones del Escogido y Tigres del Licey.
Atrás quedó La Primavera, aunque continuó celebrando espectáculos de tercera categoría.
En efecto, un partido de beisbol entre los equipos Gigantes y Estrellas, el doce de abril del 1938, está entre sus últimas presentaciones, ( Listín Diario, abril 13, 1938, página seis ).
Por mucho tiempo, la capital quedó sin el deporte de los reyes, hasta el miércoles 23 de febrero del 1944, cuando se dio apertura al entonces moderno Perla Antillana.
Como La Primavera, el Perla Antillana fue también testigo de grandes proezas.
Ejemplares de gran calidad se dieron cita en su inicio, entre los que se encuentran los nativos Perla, Diamante y Careto y los importados Dicayagua, Sombra, Adorante, César, Carind, Atila, Tetelo y Aplicado, entre otros.
Pero de todas las proezas que acaecieron en el Perla, hay una que, sin lugar a dudas, se aparta de las demás.
Me refiero a la participación de cuatro representantes del género femenino en una carrera.
El sábado siete de diciembre del 1985, amaneció como cualquier otro día en la capital. Como cada sábado, día de carreras en el Perla Antillana. Miles de fanáticos, todos “expertos hípicos”, se apresuraban a seguir su deporte favorito, pero algo histórico se avecinaba.
Lo especial de la tarde hípica: Una prueba intercalada entre la tercera y cuarta carrera, a 1,400 metros, en la que participarían cuatro jocketas, algo nunca visto, antes ni después, en un hipódromo de Latinoamérica.
Las dominicanas Felicia Leclerc y M. Lorenzo, la norteamericana M. Hutchis y la curazoleña M. Ignacio.
Leclerc en el lomo de Bulyle; Lorenzo, en la silla de Double Love; Hutchins, guiando a Queen Santanita, e Ignacio, montando a La Madamita.
Al final del día, Leclerc, una de las mejores jocketas del país, se llevó la victoria.
Una proeza difícil de emular.