Hace apenas tres semanas percibí al flamante y multimillonario dueño de los Mets como una persona que no le tiembla el pulso a la hora de firmar cheques de 8 y 9 cifras (millones y millones de dólares), lo que lo convertía en el “nuevo” George Steimbrenner, aquel mítico y polémico exdueño de los Yankees de Nueva York.
Lo digo porque Cohen, al parecer emocionado por su asueto en Hawaii, le ofreció sin pensarlo dos veces un megacontrato al campocorto puertorriqueño Carlos Correa, un acuerdo de 12 años y 315 millones de dólares. Ésto, un día después de que los Gigantes de San Francisco retiraran de la mesa un acuerdo aún mayor con Correa de 13 años y 350 millones de los verdes.
Ahora resulta que Correa no firmó ni con un equipo ni con lo otro, sino con los Mellizos de Minnesota, el equipo del cual se salió de su contrato firmado apenas en 2021, para buscar nuevos horizontes monetarios en esta temporada muerta.
Ha sido una situación bizarra, rara. Que un jugador llegue a tres acuerdos de muchos, muchos millones de dólares en menos de un mes; que sea rechazado por dos equipos por preocupaciones de una lesión en la parte inferior de la pierna/tobillo y la operación posterior realizada en 2014, cuando Correa estaba en las menores, y que un tercero lo firme de vuelta. Son de esas cosas que pasan que uno no entiende.
Mucho menos entiendo cómo los Mets cayeron en esta situación. Sé que el equipo quiere ser agresivo a la hora de contratar, de buscar lo mejor disponible, pero debieron averiguar primero la veracidad del historial de salud de un jugador, y más después de que otro equipo 24 horas antes tumbara un acuerdo precisamente por ese punto.
No obstante, gerencia del equipo neoyorquino reaccionó a tiempo y buscó reestructurar ese acuerdo con menos dinero ($157.5 millones de dólares) y menos años garantizados (6), además de garantías sobre la salud del jugador. Pero Correa no aceptó esos términos y terminó llegando a un acuerdo por los mismos 6 años y 200 millones de dólares con los Mellizos, que se quieren tomar el riesgo con él.
Lo cierto es que fueron 28 días de incertidumbre -desde el 13 de diciembre cuando se anunció el acuerdo Gigantes/Correa-, de muchos dimes y diretes, de muchas notas y artículos en los periódicos y portales, que finalmente culminaron con la vuelta del boricua de 28 años a Minnesota. Y lo que queda claro es que todas estas negociaciones han sido un fiasco, donde Correa terminó con menos dinero, menos años de contrato, y con una imagen deteriorada a la vista de los demás equipos de Grandes Ligas.
En cuanto a los fanáticos de los Gigantes y los Mets, se perdieron un jugador que puede aportar mucho con el bate y con el guante, pero tal vez, y solo tal vez, se evitaron dolores de cabeza de futuras ausencias por lesión del campocorto.